Tendencias Educativas

viernes, 17 de febrero de 2012

Jovellanos (1744-1812)

Biografía de Jovellanos.



Jovellanos es el representante más genuino de la Ilustración española. Fue un hombre culto, abierto, fecundo y ejemplar que se caracterizó siempre por un hondo patriotismo y una gran preocupación por los distintos problemas de España. Su espíritu crítico y renovador se plasman en una preocupación constante por reformar las instituciones y costumbres vigentes.
Es asturiano, nacido en Gijón, en 1744, de familia noble. Tras sus estudios de filosofía y leyes, se dedica a la vida pública: Sevilla, Madrid, Gijón... Durante su estancia en Sevilla entra en contacto con importantes ilustrados de la época. Su ejercicio en Madrid como alcalde de Casa y Corte y como miembro activo de distintas academias y otras instituciones le sirve para difundir las nuevas ideas.
Tras la muerte de Carlos III, su suerte cambia: es apartado de la Corte con pretexto de un cargo en Asturias. En Gijón funda el Instituto de Estudios Asturianos, con el que pretende favorecer el desarrollo de la región. Además publica una obra - el Instituto - donde se enseñaba con espíritu crítico, abierto y moderno, ciencias naturales y lenguas modernas.
En 1797 Godoy le nombra Ministro de Justicia. Sin embargo, las fuerzas reaccionarias opuestas a su espíritu reformador, promueven su cese y lo logran. De nuevo, regresa a Gijón. Se le acusa de hereje entre otras cosas, y en 1801, es detenido y deportado a Mallorca donde es mantenido preso en la cartuja de Valldemosa y en el castillo de Bellver.
José Bonaparte le libera tras la invasión francesa (1808) y le ofrece un nuevo cargo de ministro. Jovellanos, con una salud muy deteriorada ya, lo rechaza y no duda en ponerse al lado de quienes se levantaron contra los invasores. Suya es la frase: "Yo no sigo un partido, sino la santa y justa causa que sostiene mi patria."
Entre algunas de sus obras, se pueden destacar: “El delincuente honrado”, otras como su “Memoria para el arreglo de la policía de espectáculos y diversiones públicas” (1790), el “Informe sobre el expediente de la Ley Agraria (1794) . En estos textos, propone reformas para el mejor funcionamiento de las instituciones y habla de la actual situación del país, de sus males y problemas y de las soluciones para mejorarla.

Jovellanos pedagogo.

Jovellanos hace de la educación el objeto privilegiado de sus preocupaciones. El vasto campo de sus intereses acaba siempre centrándose en la cuestión capital de la formación humana. Las publicaciones que sobre educación le debemos, abarcan casi tres decenios de su vida (1781-1809). Entre ellas, se cuenta el primer tratado sistemático sobre el tema. Una perspectiva histórica de la educación ha de reconocer en Jovellanos una figura emblemática de la pedagogía de la Ilustración.
Un ilustrado es un hombre sociable. La condición social del hombre constituye el punto de partida de las reflexiones pedagógicas jovellanistas. Este carácter societario se abrirá progresivamente a los valores personales y acabará caracterizando su pedagogía como igualmente atenta a ambos polos de la relación, el individuo y la sociedad.
Su Diario de 1796 revela la densidad humana del hombre que, pasada la cincuentena, hace balance de lo que en su vida hizo y de lo que quiso hacer, toma el futuro en sus manos y lo concentra en una decisión: “Resuelvo en mi ánimo una obrita sobre instrucción pública para lo cual tengo hechos algunos apuntamientos y observaciones”.
La dominante pedagógica de su reformismo, la preocupación por la regeneración económica de la nación y la creencia axiomática de que la instrucción es el origen de todo progreso social y personal, constituyen el impulso inicial de la pedagogía de Jovellanos.
El pensamiento y la acción reformadora de Jovellanos se configuran en el contexto de su crítica institucional contra la universidad, los colegios mayores universitarios, la magistratura, los gremios de los oficios, la Inquisición; en el contexto de su crítica social contra la riqueza vinculada (mayorazgos y “manos muertas”), la mala educación de la clase aristocrática, la falta de educación del pueblo, la pseudoeducación de la mujer impuesta por prejuicios sociales que deben superarse; la pobreza de origen político estructural; la desestima del trabajo y las desviaciones supersticiosas y milagreras de la religiosidad.
Su crítica de la educación contemporánea denuncia los métodos docentes puramente especulativos —deductivos, dice él—, los estatutos anacrónicos que rigen todavía los establecimientos de enseñanza, el régimen semieclesiástico de las universidades, el abuso de los argumentos de autoridad, el desconocimiento o poco recurso a las fuentes (bíblicas, humanísticas, jurídicas, médicas), la ignorancia y menosprecio de las ciencias modernas, el descuido de las lenguas vivas, la falta de formación actualizada de las clases trabajadoras y de los oficios técnicos.
Ante la imposibilidad de llevar acabo las ingentes reformas que considera urgentes, opta por reformar cuando puede establecimientos docentes antiguos. Pero pone más énfasis en crear espacios nuevos, instituciones “otras”, capaces de encarnar su ideal.

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